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Cuando los españoles llegaron a América, venían con la intención de enriquecerse rápidamente a costa de lo que esta tierra les ofreciera, para lo que obligaron a los indígenas a trabajar en todo tipo de faenas. Los gobernadores, a nombre del rey, encomendaban grupos de indígenas a cada dominador español, para que estuviesen bajo su tutela y mando. Este sistema fue más conocido como encomienda, y cada español a cargo de un grupo de indígenas recibió el nombre de encomendero. Según las intenciones de cada gobierno español, los indígenas debían pagar tributos al encomendero por ser súbditos del rey, en especies o dinero, como estos no lo poseían debían pagar en trabajo obligatorio. Pero ellos no se conformaban con eso; los obligaban a trabajar arduamente.
Sin embargo, a cambio de los beneficios que recibían los encomenderos, debían otorgar vestuario y alimento a sus indígenas encomendados, enseñarles la fe cristiana, defender el territorio donde estaban ubicados, proveer caminos y defender al rey en caso de guerra. Pero esto nunca se cumplió; solo se encargaron de hacerlos trabajar muy duro para obtener la mayor cantidad de beneficios personales, cometiendo grandes abusos en contra suya.
Con el tiempo, los aborígenes fueron disminuyendo, por lo que a la encomienda se le restó importancia, hasta su abolición, aprobada por el rey.
Sin embargo, a cambio de los beneficios que recibían los encomenderos, debían otorgar vestuario y alimento a sus indígenas encomendados, enseñarles la fe cristiana, defender el territorio donde estaban ubicados, proveer caminos y defender al rey en caso de guerra. Pero esto nunca se cumplió; solo se encargaron de hacerlos trabajar muy duro para obtener la mayor cantidad de beneficios personales, cometiendo grandes abusos en contra suya.
Con el tiempo, los aborígenes fueron disminuyendo, por lo que a la encomienda se le restó importancia, hasta su abolición, aprobada por el rey.
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